Este jueves 11 de Octubre, con
motivo de la Jornada de Movilización en defensa de la educación pública que se
desarrolla en todas las universidades de Madrid y la jornada de huelga que se
dará en diferentes regiones del Estado, la asamblea del campus de Somosaguas ha
decidido desarrollar una campaña de denuncia de los culpables de los recortes
bajo el lema “Insumisión o dimisión”. El comienzo de esta campaña se dará el
mismo 11 de Octubre en el campus exigiendo a los diferentes decanos y jefes de
órganos de gobierno de las facultades y escuelas del campus su insumisión ante
las diferentes medidas antiobreras y antipopulares que destruyen la educación
pública expulsando a las hijas e hijos de la clase trabajadora de la
Universidad y empeorando las condiciones laborales de las trabajadoras de las diferentes facultades
(sean estas docentes o no docentes y sin importar que estas sean personal que
responda ante la universidad o ante una subcontrata), prologándose al Lunes 15
de Octubre ante la presunta visita del rector Carrillo al Campus de Somosaguas.
La campaña podría parecer anecdótica o una simple campaña de denuncia más, sin
embargo, ¿qué vínculo podemos encontrar entre la consigna que obliga a elegir a
esta gente entre la insumisión y la dimisión y el proyecto de construcción de
una nueva sociedad?
La consigna y, por lo tanto, las
acciones que van a emplearse en la dirección de obligar a los diferentes
equipos de gobierno a declararse insumisos o presentar su dimisión van en el
camino de señalar la coexistencia de poderes que son irreconciliables. Mientras,
por un lado, la clase de los empresarios y banqueros aplica las diferentes
medidas para recuperar su tasa de ganancia, utilizando como fichas en un juego
de ajedrez a sus diferentes extensiones en los diferentes órganos e
instituciones creadas para satisfacer sus intereses; por el otro, la juventud
trabajadora y de extracción popular crea sus propias herramientas para
organizarse, articular la lucha contra estas medidas y como contrapartida
empezar a definir los objetivos de, en primer lugar, qué tipo de educación
quieren y, por consiguiente, qué tipo de sociedad aspiran a construir. Unos
aplican las medidas en su interés, mientras que los otros desarrollan
diferentes formas de resistencia con la posibilidad de transformar esta lucha
defensiva en una aspiración de cambio revolucionario de la educación y, por lo
tanto, de manera inevitable, también de toda la sociedad. La primera
manifestación responde al ejercicio del poder de la gran oligarquía financiera,
el poder de los empresarios y banqueros ejercido mediante su legislación, su
policía, sus órganos de gobierno en las diferentes instituciones
universitarias, etc; mientras que la segunda muestra las señas del nacimiento
de un nuevo poder aún en construcción, aún en nacimiento, que aspira a
establecer su hegemonía y a imponer la coacción de la justicia para la mayoría,
un poder obrero y popular que se ejerce en el seno de los centros de estudios
mediante las asambleas de estudiantes y las asociaciones universitarias. Éstas
no pueden actuar espontáneamente y sin una dirección definida sino que tienen
que hacerlo conscientes de cuáles son sus intereses de clase, transformando las
aspiraciones de la “clase en sí” (conciencia de qué clase se es y asimilación
del papel que juega en la sociedad) en “clase para sí” (conciencia del papel
revolucionario que, como clase, debe jugar en la superación de un modo de
producción basado en la explotación de un puñado de personas sobre la inmensa
mayoría). Ésta es una labor de elevación de conciencia que debe desarrollar la
organización revolucionaria introduciendo la ideología del Socialismo
Científico entre la mayoría del estudiantado permitiendo así que éste se dote
de las herramientas necesarias para enfrentar la lucha y vencer.
No es pues anecdótico que el
estudiantado de Somosaguas obligue a todos estos equipos de gobierno
universitarios a elegir. Las luchas muestran cada vez más a la mayoría de los
estudiantes de clase obrera y extracción popular que los dos poderes no pueden
convivir y que ni hay lugar para el consenso entre intereses antagónicos, ni
hay espacio para la neutralidad en una realidad desgarrada desde la raíz por la
contradicción entre los explotadores y los explotados. Esta consigna y su
asimilación es, en realidad, el comienzo de la ruptura en la concepción del
estudiantado movilizado de la doctrina del “Pacto social” y el “consenso entre
clases”. La actual crisis estructural del modo de producción capitalista ha mostrado
las contradicciones existentes en su forma más agudizada. Ante esta situación
la juventud obrera y de extracción popular tiene que elegir si rendirse o
luchar por la construcción de una nueva sociedad. Nuestros decanos y rectores
aun tienen una última oportunidad de que la historia les absuelva: declararse
insumisos, romper con el poder burgués y ponerse de lado de la construcción del
emergente poder obrero y popular aprovechando su temporal posición
“privilegiada” para fortalecerlo. Si no lo hacen no valdrán de nada las
aparentes “buenas intenciones”, no valdrán las soluciones aparentemente
intermedias, no valdrán los “parches” y no valdrán las etiquetas fundadas en el
progresismo y en la hipotética “izquierda”. Si no se declaran insumisos y se
suman a la construcción del nuevo poder, están colaborando y alargando la
pervivencia del viejo y corrupto poder burgués, no podrán más que aspirar a
sofocar y reprimir las luchas de una clase obrera y un estudiantado que no
permitirá que destruyan la educación pública y las condiciones laborales que tanto
les ha costado conseguir. Tendrán el honor, a lo sumo, de firmar el contrato de
venta de la última de las facultades o ganarse la exclusiva de ser el último en
echar el cierre a los derechos conquistado por las mayorías trabajadores en
este ámbito.
Si no se declaran insumisos no
podrán esconderse tras una máscara de aparente “neutralidad” y en esta lucha
imparable, que sólo puede beneficiarnos con la victoria, se convertirán en un
enemigo a batir. En un enemigo al que denunciar y del que exigir su dimisión.
Porque la sociedad se rompe en dos y del poder burgués sólo queremos que
dimita, y que lo haga para siempre de su tarea de condenar a la humanidad a la
cruel dictadura de la explotación, el pillaje y la miseria.
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